GRACIAS POR TU VISITA!!!

"UN TEXTO SIN PUBLICAR ES LETRA MUERTA" NO POR REPETIDA LA FRASE ES MENOS CIERTA. POR ESO QUIENES ESCRIBIMOS ANTE TODO QUEREMOS COMPARTIR NUESTRO SENTIR CON EL RESTO DE LAS PERSONAS. AQUI ESTAN ADEMAS ALGUNA DE LAS COSAS QUE PINTO... ESPERO LO DISFRUTES, LO COMENTES Y RECOMIENDES. VOLVE PRONTO A "ABRAPALABRA"!!!



viernes, 10 de junio de 2011

LA EXCURSION

ESTE RELATO ESTA PUBLICADO EN "LA RUTA DE LOS DINOSAURIOS Y OTROS RELATOS" DMG EDITORES 2009
La excursión

Eramos un grupo competitivo, individualista, egoísta, narcisista y…otros “istas”. Y sin embargo, mal rayo nos parta, decidimos hacer juntos una excursión que duraría ocho días, una excursión alejados de todo escape y de toda comunicación con el mundo civilizado, una excusión, en fin, a un lugar en donde podían aflorar nuestros instintos más salvajes.
Dios sabe por qué escuchamos López cuando lo propuso. Nos dijo que pensaba que éramos un grupo desunido, y nada mejor que un viaje para conocernos mejor y llegar a un acuerdo de ideas. Que ya que debíamos, a la fuerza, funcionar como grupo, por qué no buscar la mejor manera y hacernos, sino amigos, al menos no tan enemigos como éramos en ese entonces.
Confieso, mientras lo escuchaba lo primero que vino a mi mente fue la palabra: “Mierda”. Pero luego me dije: -Esta es la mía. Porque yo, debo decirlo de una vez y para siempre, estaba chiflada por ese tipo y no había santo que me lo sacara de la cabeza.
¿Y qué mejor oportunidad para conquistarlo que una carpa en medio de la meseta patagónica, a trescientos kilómetros de todo asentamiento humano?
Por eso, ante el estupor de quienes me rodeaban, dije: -Apoyo la idea.
Y como oponerse a dos cabezas duras como López y yo era una tarea superior a la que pudieran emprender todos los chorlitos allí reunidos, se decidió viajar.





1. Abajo del micro:
Antes de subir a eso que con entusiasmo llamamos “micro de lujo, cinco estrellas, con video, baño, la chancha y los cochinos”, el idiota de Fernando me dice: -Quiero sentarme con vos.
-No, no, - me hago la coqueta - que todo el mundo va a sospechar de lo nuestro…
- Y, que se sepa… a mí nada me gustaría más…
-Pero sí, pero no… no me siento con vos.
Y listo. Así son las cosas. Yo le doy calce porque tiene auto y todo eso, pero me cae pesado y me estremece su aliento viscoso cerca de la nuca. No respiro cuando estoy cerca, y no es de emoción.
Además, lo último que quiero es aguantar ocho días a Fernando con sus sandeces mientras ando detrás de López noche y día.
Tiro mi bolso en la baulera y subo al micro.

2. El chofer:
Está re fuerte. Exuda atracción animal, un bruto, por supuesto, verbigracia un asno. Sería capaz de hablarle de Longfellow a ver qué cara pone. No sé qué les veo a estos patanes, en especial cuando se portan vulgarmente.
Me mira por el espejo y se pasa la lengua por los labios. Es un verdadero palurdo. Me gusta.

3. En el camino:
López se está pasando. Señala todas las características del terreno; donde no las hay las inventa. No hay piedra suelta o tronco tirado que no conozca y de todos da fiel testimonio. Es un poeta del camino; se emociona y se pone colorado. En su afán de prevención se está muriendo de calor con una camisa leñadora que debe odiar el jabón.
Me fascina cuando toma mate: observa el accesorio como si fuera una piedra de Marte.
Me pongo a su lado en la ronda para recibir el mate después de que sus labios hayan chupado la bombilla, ergo, lo recibo caliente y demasiado dulce, porque a él le gusta así. Yo protesto defendiendo los mates dulzones e hirviendo, son excelentes, ¡no sé quién puede querer uno a menos de 100 grados centígrados!

4. En medio de la nada:
Acá estamos. Asombro, admiración, patéticas explicaciones de López, lenguas mojadas del chofer, aliento de Fernando, todo eso vuelve a mi memoria “como en una película”. Después de 24 horas de viaje estamos en medio de los encantos de la meseta patagónica. Piedra pelada, maillines, arbustos en cojín. Cañadón por aquí, cañadón por allá. Sólo faltan siete días para volver. Menos mal.

5. Armando, la carpa:
La coma no es ociosa. Yo no sé poner la carpa y consigo con torpe seducción que mi compañero Armando lo haga. Pero se enreda y cae como bolsa de tubérculos al piso, la carpa sobre él. Risotadas estúpidas, burlas equinas y otras gansadas acompañan sus movimientos. Me pregunto en qué punto de la evolución se habrán quedado varados mis compañeros.

6. La comida:
¿Alguna vez, querido lector, comiste fideos de campamento? Si es así, recordarás cuando te preguntabas, removiendo la pasta con el tenedor, si eso era comida o el contenido de los frascos del lumbricario.
Por piedad, me siento en la parte más oscura del fogón, allí donde la luz del fuego no alcanza a iluminar mi cena y trago sin masticar mis alimentos.
Trato de pensar en cosas agradables, ya que si a mi mente acudiese la imagen de un documental que vi una vez sobre las tenias que parasitan a los etíopes, seguramente ocurriría algo muy feo.

7.A la noche:
Tengo frío, y por más que me revuelvo sobre el piso húmedo de la carpa las rocas precámbricas del basamento cristalino se me incrustan en la columna y no me dejan pegar un ojo en toda la noche. Al fin, cuando las primeras luces empiezan a clarear y es la hora más fría de todas, cierro los ojos y ya empiezo a dormitar cuando siento una poderosa e inapelable necesidad de orinar.
No hay caso: no me aguanto. Debo salir y satisfacer mi deseo tras un agostado arbustito, allí donde no tengo la seguridad de que alguien no me esté sacando una pintoresca foto.

8. La caminata:
Típico recurso de excursión, la caminata es la base de una de las industrias más florecientes de nuestro país: la fabricación de apósitos medicinales. Deja los pies a la miseria, los hombros contrahechos, la piel seca, el pelo hirsuto por el polvo y el viento del camino.
Caminamos con risa, el objetivo es ir y volver. Las piedras se me meten en las zapatillas, hay una parada obligada con el fin de desalojarlas y luego descubro consternada que una zapatilla no me entra, cual una gorda ante el zapatito de cristal de Cenicienta. Pugno por calzarla, me violento de dolor.
¡Pero aquí viene mi remedio! Fernando se acerca, me aconseja quedarme hasta que los demás vayan y vuelvan, se ofrece a acompañarme. Se produce el milagro, es como si Cristo me dijera: “Levántate y anda”.




9. López y la sopa:
López está decidido a cumplir su papel de guía y conductor, no tiene ni un minuto para dedicarme. Está muy posesionado de su rol. No me da ni la hora, y esto es textual, porque ha perdido su reloj en la caminata. Le apretaba y se lo sacó, lo dejó entre las piedras. Ni loco vuelve a buscarlo.
Había pensado en ir yo, para ganarme su estima, pero ni bien me alejé con disimulo del campamento y enfilé hacia la cañada, me encontré con el chofer fumando y hurgándose la nariz.
No llegamos muy lejos, casi ni caminamos.
A López le siguió faltando el reloj, pero en compensación anduvo con un fideo de sopa pegado al labio superior desde el almuerzo hasta la cena.

10. Ultimo día:
Esta tortura casi pasó volando; lo que no pasa es el dolor de mi costado, acostarse sobre estas piedras es un suplicio de digno de Guantánamo.
Por ser el último día armamos la parodia de un fogón con chistes verdes y todo, y hasta sería capaz de entonar “Se va la luz, se esconde el sol…” si no fuera ya demasiado cínico de mi parte. Hay límites incluso para la hipocresía.
Como gran festejo nos toca a cada uno una feta de salamín y una porción de torta verde que alguien olvidó comerse en el viaje de ida, todo muy festejado y felicitado.
Nos vamos a dormir, no damos más. Y es cierto: un par de veces quise ir a buscar el reloj de López y no llegué, pero volví muy cansada.

11. En el micro:
Nos estamos haciendo los dormidos, aunque más que sueño lo que nos domina es un tedio más denso que las aguas del Riachuelo; al menos así disimulamos los bostezos con una buena causa y nos ahorramos la saliva de las discusiones bizantinas entre butacas del “micro de lujo, cinco estrellas, con bar y todo eso”.
Abro un solo ojo y miro al chofer, ya no se moja los labios, por otra parte algo irritados. Con el otro ojo miro a López que duerme a pata tendida y con la boca abierta no muy lejos mío. Y con el tercer ojo, ya que no puedo verlo pero me lo imagino, sé que Fernando está muy despierto y con cara de póker pensando qué dulces e inocentes criaturas somos las mujeres y cuán casta y recatada es una de ellas en particular.

12. Abajo del micro:
Llegamos. Besos, saludos, etc. La próxima vez que nos veamos tendremos un olor más civilizado que ahora y yo habré olvidado que vi la bombacha sucia de Lorena y ella que padeció mis ronquidos varias noches seguidas.
Eramos extraños, nos conocimos un poco y ahora, renovadas las fuerzas, volveremos a pelearnos, sacarnos los ojos y los pelos, y criticarnos a más no poder.
López no pudo, a su pesar, hacernos amigos.
Pero regresa pregonando que fuimos un grupo delicioso, solidario, unido, amistoso y llevadero.
Desea volver a llevarnos de excursión; pero yo te digo, querido López, que a la próxima excursión iremos sólo vos y yo.

No hay comentarios: